viernes, 17 de marzo de 2017

El Vegvísir

Habían luchado por días, las fuerzas les faltaban y el frío viento del norte se colaba entre las gruesas pieles entumeciendo sus músculos. Esa madrugada reinó el silencio, el crepitar del las hogueras y el ladrido de los lobos parecían haberse acallado, únicamente a la espera del próximo grito de batalla que cortaría con su vigor la densa bruma que envolvía el campamento. 


Junto al fuego yacían su arco y flechas, que así como él, permanecían a la espera. Con pesadez tomó otro sorbo de hidromiel y pasó el recipiente a la mujer sentada a su lado, Ninna, su amada Ninna. Entrelazó su mano con la de ella e inmediatamente sus grandes ojos grises le sonrieron de vuelta, aunque por mas de que se esforzó, no pudo ocultar en ellos la melancolía y el miedo que guardaban. Einarr la tomó en sus brazos y dibujó entre esos ojos una antigua runa que su madre le había enseñado a usar en tiempos de dificultad. Ambos lo sabían, la luna marcaba su última noche antes del ataque por una guerra en la que llevaban todas las de perder, acompañados de un ejercito enfermo y cansado, que aunque era doblado en número, lucharía hasta encontrar con la muerte redención en el Valhalla junto a los otros caídos en combate. 


Así pasaron las horas y ellos permanecieron junto a la lumbre, hasta que aparecieron las primeras luces del día sobre las montañas y el quejido estruendoso del cuerno los sacó del sopor en el que estaban envueltos. Espadas, hachas, escudos, arcos y flechas se alzaron, seguidos del clamor de la marcha de guerra que resonó acompañando al viento. De repente, el cielo pareció oscurecerse y todo se volvió confuso, la llanura se tiñó de escarlata y con cada minuto que pasaba más y más cuerpos sin vida se apilaban alterando la geografía del terreno. La espada de Ninna zumbaba en todas direcciones acabando con sus enemigos, limpiando la sangre del anterior en el siguiente. Su cuerpo se movía solo y con ganas, pues ella no podía pensar en nada más que en Einarr, lo había perdido al inicio del combate y necesitaba asegurar que estuviera con vida. 


En un momento el viento dejo de soplar y entre el cruento sonido del combate lo escuchó gritando su nombre. Corrió entre las montañas de cadáveres dejando todo para llegar a su encuentro, más no se percató de que sus tropas estaban casi extintas y el enemigo los había rodeado por completo.


– ¡Ninna no te alejes! esto está por terminar.


Al pronunciar estas palabras Einarr sintió un escalofrío, seguía apuntando con su arco pese a que sabia que era inútil frente a tan grandes huestes.


–¡Esta desgraciada mató a mi hijo! ¡La maldigo en nombre de mi familia, no merece una muerte honorable!.–Dijo un hombre entre la multitud.

–Quemaremos su cabello y sus dedos en una hoguera ¡Serás mi esclava perra Ergui!1. –Dijo otro.
–¡No! ella es tan culpable como yo y como todos ustedes.–Objetó Einarr mientras seguía apuntando.– ¡Nadie puede tocarla, todos somos asesinos aquí!

–¡Déjenme acabar con esa bruja!.


Sólo existía una forma de evitar que los hicieran prisioneros y perdieran su oportunidad de ser escogidos por Odín. Entonces ambos se miraron, él derramó una lagrima y ella cerró sus ojos con fuerza. De repente, aprovechando la conmoción y en un rápido movimiento, Einarr tenso su arco y dejó escapar la flecha.



  *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   



Algo se aproximaba a la aldea flotando en el río, Mama Freyja se acercó corriendo y con todas sus fuerzas lo sacó a la orilla. Era esa pelirroja que se había ido con su hombre a la guerra. ¿Por qué era el único cuerpo que regresaba? y ¿En tan digno funeral? Quizá tenía algo que ver con el símbolo tatuado en su entrecejo. 

La anciana de inmediato comprendió lo que esto significaba y se volcó afanadamente a revisar a la muchacha, encontrando en uno de sus costados una punta de flecha incrustada, cuya herida aún sangraba de forma casi milagrosa. Llena de incertidumbre, invocó el poder de los dioses para poder curarla y presionó fuerte la runa con su dedo indice.

Los ojos de Ninna se abrieron de inmediato. Luego de incorporarse examinó cuidadosamente la herida y sintió un calor abrasador en la frente y en las entrañas. El aire frío llenaba de nuevo sus pulmones, haciendo que le doliera el pecho. Estaba llena de preguntas y su cabeza daba vueltas   .¿Por que se encontraba de nuevo en la aldea? ¿Que habría sido de Einarr y los otros? ¿Seguirían con vida? Trato de apartar de su mente los posibles escenarios en los que pudo haber terminado, cuando escucho la voz de la anciana.

–¿Y a ti qué te paso?.

–No lo se Mama Freyja, no puedo recordar mucho.

–Una herida como la tuya se ha llevado la vida de muchos hombres antes, es curioso que te encuentres bien, y creo saber el por qué… ¿Sabes qué ese dibujo en tu frente?.

–Einarr siempre lo tallaba en sus flechas, pero no se que significa.

–Es un Vegvísir, una runa destinada para proveer cualquier protección y guiar en el camino a su portador. Proviene de una magia muy poderosa usada desde hace muchos años por nuestra gente, por eso estas viva.

–¡Tengo que encontrarlo! Seguro logró escapar y esta escondido en las montañas, ¡Quizá me necesite, debo irme!

–¡Ninna espera!–Dijo la mujer mientras la agarraba del brazo.– Ayer llego un cuervo con noticias suyas.

–¿¡Y dónde está?! ¡Dímelo!.

–Einarr fue torturado por días… No pudo soportarlo y murió a manos de esos bastardos.– Dijo Mama Freyja mientras se le aguaban los ojos.– Sé cuanto te amaba.


Ninna se quedo de piedra. Sintió como su corazón se saltó un par de latidos y cómo su cuerpo se enfriaba, perdió todas sus fuerzas, su visión se hizo borrosa y con un ruido sordo sus rodillas cayeron sobre la tierra.



  *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   *   



Su respiración se entrecortaba con cada sacudida, que venia tan fuerte como la anterior; sus manos se aferraban con fuerza a la piel con la que se arropaba y sus lágrimas recorrían su rostro hasta llegar a la base de su cuello y perderse entre su ropa. El niño envuelto en su manta también lloraba, quizá tanto como su madre, aunque no entendiera la razón de su pena. Ella lo tomó en sus brazos, bendiciendo esa pequeña vida nacida en el vacío, deseando que nunca lo tocara el dolor y que su vida fuera siempre despreocupada y llena de alegría. Observó con detenimiento esos profundos ojos azules por última vez. Eran idénticos a los que le dieron vida por tantos años, los que después de tanto seguía amando y que jamás podría olvidar. 

Se aseguró que el bebé estuviera bien envuelto y salió de la cabaña. La nieve caía en grandes cantidades haciendo difícil el paso, pero Ninna seguía avanzando decidida, no parecía que esa fuera la primera vez que salía de su casa en mas de un año. Después de un rato luchando con la ventisca llegó finalmente a su destino y tocó la puerta con fuerza. Sentía una tensión en su vientre cada vez que su bebe se movía, pero no existía otra opción, con ella no tendría todo lo que minutos antes le había deseado. Cuando escuchó pasos acercándose lo beso con todo el amor que sentía y pintó  en su frente el símbolo que su padre había usado para protegerla a ella. Con cuidado lo acostó frente a la puerta para luego perderse entre la niebla.

Ninna corrió por horas, no sentía las piernas y su mente estaba en blanco, hasta que a tan solo unos metros vio en el final de la montaña un acantilado. Siguió caminando sin titubear, todos sus recuerdos de Einarr pasaban por su mente conforme ella avanzaba, hasta que se encontró en el borde del risco. Con lágrimas en los ojos dejó salir una última palabra, una que no había pronunciado desde el día  en que lo supo.

–Vegvísir.–Dijo cerrando los ojos mientras se dejaba caer al vacío.


Pero de pronto sintió sus pies en la tierra, el rugido atronador del viento había cesado y en su lugar escuchaba un cuerno a lo lejos, los gritos de miles de hombres que luchaban y una respiración agitada a su lado. Lentamente abrió los ojos y ante ella los vio, los ojos azules de su vida y la sonrisa cálida, el cabello dorado y los fuertes brazos. Einarr tensaba su arco y apuntaba hacia ella, Ninna lo miró y con eso le dijo la vida entera. Sólo existía una forma de evitar que los hicieran prisioneros y esta vez la conocían. Con un rápido movimiento Einarr disparó la flecha, que paso a  un par de centímetros del costado de Ninna, clavándose en el estómago de un enemigo. Esto desató la lucha, la espada de Ninna volvió a zumbar y las flechas de Einarr viajaron certeras. En pocos minutos ambos caerían en combate, pero ahora habrían de caer juntos y listos para cabalgar hacia el Valhalla.



No hay comentarios:

Publicar un comentario